Anarcocapitalismo



Por Claudio Scaletta

Uno de los principales ejes de la política macrista fue sintetizado por el axioma “volver al mundo”. Se trata de la expresión de una doble re-subordinación: a la política exterior estadounidense y a los mercados financieros globales, el reciclado de la vieja idea colonial sobre los presuntos dividendos de hacer buena letra con la metrópoli, un proceso que desde diciembre de 2015 fue cambiando de intensidad y de forma. En los primeros dos años de la gestión cambiemita las decisiones de política económica, aunque subordinadas, continuaron siendo locales. Desde el pasado mayo, en cambio, luego del susto provocado por la corrida cambiaria infinita iniciada en abril tras el cierre del grifo de los mercados de deuda, la conducción económica pasó a ser ejercida en forma directa por el FMI.

El dato no es novedad y alcanzó dimensiones vergonzosas en la reciente visita presidencial a Nueva York, desde donde Mauricio Macri invitó a los argentinos “¡a enamorarse!” de Christine Lagarde, la directora gerente del organismo financiero. También desde Nueva York el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en tándem con la mismísima Lagarde, bochornosamente escoltada por la bandera argentina, anunció el plan económico para lo que resta del mandato macrista: un ajuste feroz para pagar deuda y nada más, como ya había sido graficado en el dibujo del Presupuesto 2019 enviado al Congreso.

Resulta muy difícil imaginar un escenario peor al del presente. El plan con el FMI no incluye proyecciones ni de crecimiento ni de desarrollo. Tampoco supone la mejora de ningún indicador en ningún área. Su único objetivo es estirar los pagos de deuda. Pero además, el problema tampoco se resuelve, sino que se posterga y agrava, adelantando desde ya que los pasivos externos serán la espada de Damocles que penderá también sobre los gobiernos post 2019.

Así, luego de tomar desaforadamente deuda en moneda extranjera durante dos años al son de decir que no importaba porque la relación deuda/PIB era muy baja, el gobierno de Cambiemos pasó sin intervalos a una carrera desesperada para evitar un default. El segundo plan con el FMI anunciado el pasado miércoles incluye el reaseguro de adelantos de los desembolsos para hacer frente a los pasivos externos por lo que resta de 2018 y para todo 2019. Sin embargo no computa las demandas de divisas por fuera de los vencimientos, es decir, los ítems que nutren el rojo de la cuenta corriente del Balance de Pagos, como los rojos de la balanza comercial y de servicios, a los que se aspira neutralizar con dos instrumentos: la recesión vía ajuste salvaje y la profundización de la devaluación de la moneda.

Los cambios de esta semana en el Banco Central responden a los mandatos duros del Fondo. En esencia el organismo no quiere que sus préstamos se usen para estabilizar el tipo de cambio. Vale recordar que el FMI realmente existente no tiene nada que ver con lo que alguna vez propusiera John Maynard Keynes para los acuerdos de Bretton Woods, la creación de una suerte de esquema anticíclico global a través del cual los déficit externos de los países en problemas fueran financiados por los países superavitarios, gastando más y demandando exportaciones de los deficitarios. El Fondo que conduce Estados Unidos es bien diferente: no propone financiar a los deficitarios con la expansión de los superavitarios, sino ajustar hacia el interior de los países deficitarios, es decir que se ajusten a su escasez de divisas. El objetivo principal no es que los asistidos por el FMI salgan de sus crisis, sino asegurar los pagos externos. El Fondo no vino al rescate de la economía argentina, sino de los inversores que le prestaron a la Argentina. Este es su “rol sistémico” para las finanzas globales. Lo que pase con la economía argentina es irrelevante.

En consecuencia, las nuevas autoridades del Banco Central asumieron esta semana con el mandato de no usar reservas para sostener el valor del peso. En un esquema de política como el actual, sin restricciones a la salida de capitales, pero también sin obligación a los exportadores para liquidar sus dólares, la única oferta posible para sostener el precio de la divisa es el uso de las reservas, algo que de todas maneras no podía durar para siempre, como quedó demostrado. Dado que el objetivo es no usar los dólares de las reservas, además de lo dicho en materia de liquidación de exportaciones y salida de divisas, la peregrina idea de remplazo, que ya había asomado con Luis Caputo, es eliminar los pesos que demandan los dólares, secar la plaza: eso es lo que significa el “crecimiento nominal cero de la Base Monetaria” anunciado por Guido Sandleris, el nuevo ultraortodoxo presidente del Central: la inflación seguirá subiendo por la continuidad del shock de precios relativos, por la devaluación y por las tarifas dolarizadas, pero la suma de circulante más encajes no, un verdadero torniquete monetario.

Para esta visión primitiva del pensamiento marginalista, que en el primer mundo ya no se consigue, la caída de la base monetaria también contendría la inflación. A ello se suma otra idea peregrina, la del “tipo de cambio competitivo” como factor impulsor de las exportaciones. Se trata de un universo teórico en el que todos los supuestos están mal, no se cumplen en la realidad, un universo que sólo existe en los manuales más elementales redactados en los países centrales. Mientras tanto, el resultado concreto de las nuevas medidas ya está a la vista. En sólo dos días el dólar alcanzó los 42 pesos, es decir se disparó hacia el tope de “la banda de no intervención de 44 pesos”, como podía preverse apenas se anunció (y cuando hace apenas una semana se festejaba la presunta estabilización en 38), y la tasa de interés ya comenzó a dispararse hacia el infinito.

Como ya quedó demostrado durante la gestión Caputo el torniquete monetario no moderará la demanda de dólares, a la vez que la inflación seguirá explicada por sus factores reales, el alza de los precios relativos y la puja distributiva. Lo único que provocarán las nuevas medidas será la profundización de la recesión, el derrumbe de la actividad económica y el nivel de vida de las mayorías, la triste foto local del anarcocapitalismo global, las consecuencias esperables del regreso al mundo versión Cambiemos.

2018 09 30 © Página/12

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