Un país chiquitito,
chiquitito
Por Claudio Scaletta
Argentina comenzó a transitar su programa con el FMI y los resultados no se hicieron esperar. Ya se inició la recesión producto de un ajuste estructural cuyas consecuencias son tan impredecibles como su fondo. En los próximos meses continuará la profundización de la caída de la actividad económica y en consecuencia aumentará el desempleo, se deteriorarán las condiciones de trabajo y, por supuesto, los indicadores sociales, con la pobreza e la indigencia a la cabeza. La información de la prensa será una catarata de datos abrumadores que serán atribuidos, prolijamente, a las secuelas de la sequía en el campo, a las turbulencias en los mercados emergentes y a la tremenda corrupción del pasado en modo circo las 24 horas y en todos los canales y persecución a opositores. Nada nuevo bajo el sol del Comando Sur.
Por Claudio Scaletta
Argentina comenzó a transitar su programa con el FMI y los resultados no se hicieron esperar. Ya se inició la recesión producto de un ajuste estructural cuyas consecuencias son tan impredecibles como su fondo. En los próximos meses continuará la profundización de la caída de la actividad económica y en consecuencia aumentará el desempleo, se deteriorarán las condiciones de trabajo y, por supuesto, los indicadores sociales, con la pobreza e la indigencia a la cabeza. La información de la prensa será una catarata de datos abrumadores que serán atribuidos, prolijamente, a las secuelas de la sequía en el campo, a las turbulencias en los mercados emergentes y a la tremenda corrupción del pasado en modo circo las 24 horas y en todos los canales y persecución a opositores. Nada nuevo bajo el sol del Comando Sur.
Mientras tanto, el gobierno continuará con su
shock de precios relativos. Con un dólar sin techo caerá el poder adquisitivo
del salario y seguirán aumentando las tarifas de los servicios públicos, los
combustibles y el transporte. Aunque el programa económico esté rodeado de
malas decisiones y peor instrumentación, especialmente evidentes en el plano
financiero, la corriente principal por la que transcurre la política económica
es el resultado de elecciones gubernamentales conscientes. Las políticas que se
llevan adelante son producto del diagnóstico oficial y, en consecuencia, del sendero
que el gobierno imagina para resolver los problemas.
Este diagnóstico es
que todos los problemas de la economía argentina se originan en el déficit
fiscal, es decir en el déficit interno de las cuentas públicas. Nadie en su
sano juicio intelectual desconoce que la economía tiene un déficit externo, es
decir que no genera los dólares suficientes para hacer frente a sus compromisos
con el exterior, pero la explicación oficial es que el desbalance externo también
es una consecuencia del desbalance interno. Se supone entonces que si se
elimina el déficit fiscal se eliminará también, más temprano que tarde, el
déficit de la cuenta corriente del Balance de Pagos.
La idea es la misma
que ya llevó al fracaso económico en el pasado. No en el pasado remoto, sino en
el de 2016-2017. Presupone que una economía sin déficit fiscal resulta
tremendamente atractiva para los inversores, los que no acudieron en masa luego
del shock desregulador “market friendly” provocado por el triunfo de Mauricio Macri
por culpa del “gradualismo”, es decir, siguiendo el relato oficialista, por la
opción de seguir endeudándose para no reducir de un saque el déficit fiscal. La
corrección del presente sería que no alcanza con las políticas enemigas del
populismo y amistosas con los mercados, sino que debe sumarse un nueva versión 2018
del “déficit cero” para que, ahora sí y finalmente, lluevan las inversiones.
El problema central del
relato oficial y sus justificaciones teóricas se repite: no es así como
funciona la economía. El déficit fiscal es una causa, no una consecuencia. En
el mundo real aparece porque se reducen impuestos y se desarman los mecanismos
de intervención pública, con lo que vuelve a caer la recaudación. Provocado el
déficit se presenta entonces como un imperativo volver a reducir gastos. Por
ejemplo, los presupuestos de ciencia y técnica, de educación y salud públicas, los
recursos previsionales, las inversiones en infraestructura, como hacer caer los
acuerdos con China (otra vez sol del Comando Sur) para la construcción de represas
y centrales nucleares, hasta la supresión de nuevos contratos para firmas como
INVAP. Y para completar, la caída de la obra pública y la destrucción de
empresas locales producto de la atolondrada operación de inteligencia-judicial-mediática
de “los cuadernos”.
Resulta particular
la saña de Cambiemos con el sistema científico tecnológico y con las
universidades públicas. Hoy los científicos protestan en las calles y se ven
obligados a explicar la importancia de sus investigaciones (ridiculizadas en
las redes sociales por los trolls gubernamentales), las universidades públicas
no iniciaron el segundo cuatrimestre y esta semana volverán a sumarse los paros
docentes en todos los niveles. Al corte en la distribución de medicamentos a
jubilados o las pensiones a discapacitados, se sumaron ahora hasta las dosis de
vacunas contra enfermedades infecciosas como la meningitis. Según se publica en
la prensa, serían “los gobernadores”, incluidos los opositores, quienes
propusieron reemplazar los fondos sojeros del Fondo Sojero, es decir un
financiamiento destinado a obras públicas en todos los municipios del país que
recaía sobre las exportaciones de la burguesía agraria, por recursos del Fondo
de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, es decir de la famosa “plata de los
jubilados”.
El enemigo,
entonces, es claramente el Estado, su intervención, sus prestaciones sociales y
la inversión pública. La justificación teórica es que si se reduce el peso del
Estado, se pueden reducir los impuestos y que con ello se contribuye al aumento
de las inversiones y, en consecuencia, al crecimiento y el desarrollo. Otra vez
el mismo problema: no es así como funciona la economía. Como lo sabe hasta el
propietario de un quiosco, las empresas invierten si tienen la perspectiva de
vender su producción y no porque se paguen bajos salarios o menores impuestos,
la mejora de la ecuación de rentabilidad demanda que primero exista rentabilidad.
Sin perspectiva de mejores ventas no hay inversión. El achicamiento permanente
de la economía en busca de un quimérico déficit cero espanta inversiones, no
las atrae. La inversión fluye a las economías que crecen, no a las que se
contraen y tensionan su vida social. Y el dato central: el déficit cero no se
alcanzará porque el déficit es una función del producto, sí cae la actividad
cae la recaudación. El objetivo del FMI, el organismo en el que el gobierno
delegó la conducción económica, es la destrucción del Estado para que la producción
del país se concentre en el agro y las actividades extractivas, es decir para
asegurar su posición colonial. El drama social de deconstruir los remanentes de
un Estado neodesarrollista es secundario, para eso están las fuerzas de
seguridad.
Pero hagamos un
ejercicio prospección imaginaria. Supongamos que efectivamente el gobierno
consigue el equilibrio entre ingresos y gastos luego de reducirlos a su mínima
expresión. ¿La economía tendrá entonces los dólares para hacer frente a sus
compromisos externos, incluido el pago de los incrementados y crecientes
servicios de la deuda en divisas (que dicho sea de paso y sin ánimo de
preocupar ya se encuentra en niveles similares a los del año 2000)? ¿Qué
imaginan los economistas oficialistas y paraoficialistas? Imaginan dos cosas.
La primera es que a los dólares del agro, la famosa “cosecha” salvadora de la
economía, se le sumarán otros recursos naturales al parecer tan renovables como
los del agro, los de los hidrocarburos no convencionales, es decir las exportaciones
de Vaca muerta, por ahora una quimera, pero estamos imaginando. La segunda es
que esta masa de dólares, luego de restar los servicios de la deuda, debería
equipararse a una “masa salarial de equilibrio”, es decir una suma total de
salarios que no demande mayores importaciones que las que se puedan pagar con
los dólares remanentes, el nuevo equilibrio externo. El objetivo de la
administración Cambiemos no es más que un país chiquitito, chiquitito, un país
dependiente e intrínsecamente inviable que la mayoría de la población, cuando finalmente
lo descubra, no querrá ser.-
© 2018 08 26 El Destape
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